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EL AUTOR es secretario general del Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD). Reside en Santo Domingo. |
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De manera arrogante e niega a oír las peticiones de su pueblo para que haga posible que desde el congreso se deroguen las leyes antiterroristas,
De manera arrogante e niega a oír las peticiones de su pueblo para que haga posible que desde el congreso se deroguen las leyes antiterroristas,
Cuando en Chile, al inicio de la gestión presidencial del empresario Sebastián Piñeira, ocurrió el derrumbe del túnel minero que atrapó a sus trabajadores y cuyo rescate parecía imposible, el mandatario observó una conducta valerosa, optimista, irradiadora de seguridad y confianza, que mereció el reconocimiento y aplauso de las naciones del mundo que sin tomar en cuenta cuestiones ideológicas y políticas, compartieron la angustia de ese noble pueblo. Parecía que aun siendo un político conservador el humanismo tocaba su corazón.
Su conducta opacó momentáneamente la justa lucha de los indios mapuches que reclamaban un conjunto de derechos tradicionalmente negados por la oligarquía neoliberal de esa gran nación y que sólo el presidente Salvador Allende y su partido socialista respetó de modo absoluto.
Los indígenas mapuches que viven mayormente de la agropecuaria, son araucanos organizados muchas veces de modo patriarcal, que han tenido que enfrentar siempre, distintas formas de despojos y exterminio de su riqueza: sus métodos de producción, su cultura y su raza.
Actualmente luchan, fundamentalmente, por el derecho a la posesión de la tierra legada por sus antepasados, y el respeto a su ancestral cultura, ambas cosas arrebatadas o amenazadas por las derechas dominantes en uno de los países mineros más ricos e instruidos del continente americano. Donde aparentemente la democracia tiene profundas raíces. La respuesta del gobierno ha sido: la represión.
Ahora, junto a esos correctos y justos reclamos, rechazados por el Estado y las clases sociales que le sostienen, brotan con fuerza en todo chile, demandas por reformas laborales, que persiguen aliviar la dura vida de los trabajadores y desempleados pobres; exigencias ganadas y garantizadas en gobiernos centroizquierdistas y negados siempre con la ascensión de la burguesía neoliberal al control de la nación. La respuesta ha sido: el atropello brutal a sus derechos.
Al mismo tiempo, el pueblo chileno, amante de la naturaleza, consciente del valor que para la salud humana y el desarrollo de todo tipo de vida animal y vegetal tiene un medio ambiente sano, se opone al exterminio de sus bosques aún sea para la construcción de obras de infraestructuras, como las presas por ejemplo.
Es así como, en estos momentos, la sociedad consciente, rechaza la construcción de una nueva y costosa hidroeléctrica, que vendría a sepultar bajo sus aguas, millones de plantas de distintos géneros, como una fauna famosa por su abundancia y riqueza, actividad que afectaría sensiblemente la calidad de vida de sus habitantes. La respuesta del otrora gobernante rescatista de los obreros atrapados, ha sido de desprecio absoluto a los reclamos de su pueblo victima de la miseria y las injusticias sociales, demostrando con ello que su gesto ¨humanista¨ solo fue aparente y demagógico.
También Don Sebastián Piñeira de manera arrogante e niega a oír las peticiones de su pueblo para que haga posible que desde el congreso se deroguen las leyes antiterroristas, usadas como las anteriores anticomunistas para reprimir al pueblo.
En los inicios de su mandato, el presidente Piñeira, a pesar de su espíritu conservador tomó algunas medidas que le granjearon respeto y admiración. Ahora, al entrar de lleno en el ejercicio del poder, todo el edificio moral construido en torno a su figura, se desmorona como castillo de arena ante los vendavales del desierto. Es una pena que apareciera otro presidente Piñeira, diferente al que vimos hace un año, empeñado en salvar a los trabajadores mineros |