Escrito por: Oquendo Medina

¿Qué cosa provoca que en el cumplimiento de sus funciones los servidores públicos, desde el más humilde de los conserjes hasta el funcionario de mayor jerarquía dentro del tren administrativo, se sientan tentados a ceder ante la provocación de la serpiente poseedora de siete cabezas endemoniadas?
¿Por qué aceptar que el fenómeno de la corrupción pretenda aplastar la honrosa y patriótica política de buena transparencia?
¿Qué fuerza empuja, como si fuese una palanca gravitacional, a algunos servidores públicos a ser graciosos, cómplices o actores primarios de una repudiable corruptela que insiste imponerse en contra de la firme decisión de la mayoría?
¿Por qué algunos estamentos de la sociedad, con razón o sin ella, llegan a la tormentosa conclusión de que muchos servidores públicos son agentes portadores de la indiferencia cuando se trata de levantar hacia lo alto la bandera de la transparencia?
¿Por qué si los gobiernos civilistas e institucionales presididos por el doctor Leonel Fernández, han logrado tantos éxitos en la lucha contra la corrupción y en una bien dirigida política de transparencia en el ejercicio de sus funciones a empleados de primera, segunda, tercera, cuarta o quinta categoría dentro de la pirámide gubernamental, existen cuestionamientos o denuncias, con escasa validez o con suficientes pruebas, provenientes de la sociedad civil, de sindicatos, de las iglesias y de las organizaciones políticas adversas al partido gobernante?
Tengo la convicción de que la complejidad del tema tiene que ver con deshonestidad, conducta impropia, falsos principios éticos, tozudez, necesidad de ascender, terquedad, la existencia de antivalores, las ambiciones desmedidas, ignorancia, los patrones negativos aprendidos en el núcleo familiar, la mediocridad propia del adulto, la ausencia de lealtad, etcétera.