Artículo de Euri Cabral
En el PRD la historia siempre se repite. Este partido que ha jugado un
gran papel en la construcción de la democracia dominicana, tiene un mal
de fondo que en todos los momentos de su vida le ha afectado y que ha
cercenado la posibilidad de ser agente importante de cambio social y de
progreso en la sociedad dominicana. Es el mal de la división y la
corta visión de sus principales líderes que siempre ponen sus intereses
personales por encima los intereses de su organizaciòn y del país.
Son negativamente memorables los enfrentamientos entre Bosch y Peña
Gómez en el PRD de los años 70, los de Antonio Guzmán y Jorge Blanco en
el PRD de los 80, y en esa misma década y principios de los 90 los
enfrentamientos de Peña Gómez y Jacobo Majluta. Entre 2000 y 2004
fueron muy duros los enfrentamientos entre Hipolito Mejía y Hatuey
Decamps, lo que provocó la expulsión de este ultimo por oponerse a la
reelección del primero. Y más antológicos todavía son los duros
enfrentamientos que se produjeron entre Hipólito Mejía y Miguel Vargas
a propósito de la elección del candidato presidencial del PRD para las
elecciones del 2012, fruto de la cual se produjo una crisis en el PRD
que todavía se mantiene y que tiene a ese partido al borde la de la
división.
Y es que en el PRD lo que se impone siempre es el diálogo de sordos, es
decir, que entre los líderes se producen profundas divergencias y las
negociaciones para solucionarlas son un ejercicio inútil de
conversaciones donde nadie escucha a nadie. En la actualidad muchos
creímos y confiamos que las diversas reuniones que han celebrado
Hipólito y Miguel para poner fin a sus diferencias, iban a dar
resultados positivos. Pero de nuevo la sordera se impuso y cada sector
trabajó no para resolver el problema de la institución como tal, sino
para imponer sus criterios y sus intereses.
Lo que se desprende de todo esto es que actualmente en el PRD no hay
posibilidad de unificación y que los dos sectores enfrentados tomarán su
camino propio donde cada uno celebrará una convención particular,
elegirán una nueva direccion y un candidato presidencial diferente. Y si
bien es cierto que Miguel Vargas parece que saldrá mejor parado debido a
que tiene bajo su control la nomenclatura y la institucionalidad
oficial del PRD, no es menos cierto que Hipólito Mejia es una figura de
mucha fuerza en el PRD y su grupo no se va a quedar cruzado de brazos
cuando se rompan definitivamente las conversaciones y el sector de
Miguel quiera convocar los organismos para confirmar su candidatura
presidencial del 2016.
La verdad es que el espectáculo que se vive actualmente en el PRD da
pena y lástima. Es una pena que dos líderes políticos de la estatura de
Miguel Vargas e Hipólito Mejía, no puedan ceder y poner sus intereses
particulares por debajo de los intereses de su partido. Y es una lástima
que el PRD no pueda unificarse y tener una política de oposición clara y
firme que contribuya a la gobernalidad y a la consolidación de la
democracia dominicana.victor suarez