Quizás, ciertamen
te, haya que temerle más a la
vida, que al fin de la vida. Al fin y al cabo, pienso, que es el menor
de todos los males y, sin embargo, es un misterio el tránsito, del que
se habla menos. Tal vez, la muerte, no sea más que un sueño y un
descanso, un estado posterior a una vida vivida cansada de vivir, un
paso a la nada y una parada en la eternidad.
A pesar del espanto que injerta el cáncer en la
atmosfera de la vida, siempre hay algo que lo ahuyenta, y es el amor. De
lo único que hemos de tener miedo es del propio miedo que nos
incrustemos unos a otros. Los profesionales de la medicina, cuando lo
son en verdad vocacionales de la salud, preparan al enfermo incurable
para la muerte. Es preciso que el médico tenga en cuenta la situación
emotiva y las diversas fases psicológicas por las que atraviesa el
afectado. Se debe evitar la mentira y dar siempre garantía de esperanza y
asistencia, sin obviar que nuestra naturaleza está en movimiento
permanente. En cualquier caso, como dijo el dramaturgo y poeta español,
Pedro Calderón de la Barca, "la muerte siempre es temprana y no perdona a
ninguno". Por tanto, la calidad humana de una sociedad se determina
esencialmente en su relación con el que sufre. Sin duda, en la lucha
contra la enfermedad se necesita el empeño de todos.
Desde el momento de la concepción hasta el del
ocaso de la vida hay que cuidar la existencia de todos. Desde luego,
hace falta impulsar una asistencia sanitaria que abarque a toda la
persona en su integridad como un servicio de amor. Por ejemplo, en todos
los hospitales o centros sanitarios debería haber un capilla, para que
los enfermos o sus familiares y amigos, puedan recluirse en su
religiosidad. Una sociedad que no consigue aceptar y dar compañía a los
que sufren, ha perdido su sentido de humanidad. Por otra parte, existen
estudios que reafirman hechos concretos, como puede ser la búsqueda de
Dios en pacientes que llegan a curarse. Desde luego, la religión puede
ser un factor importante para ayudar a recuperar la salud. Sería
tremendo que la muerte tuviese la última palabra. Está visto que de la
muerte y del sufrimiento, la vida puede resurgir, y, en todo caso, es un
acto de justicia, puesto que podemos ser diferentes en la vida, pero
somos semejantes en la muerte. Después de todo, la muerte es sólo un
soplo de que hubo aire en un corazón.
Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los
ojos a tu interior, y observas que todo se inmortaliza en el recuerdo,
como si fuese el perfume del alma. El recuerdo que deja un ser humano es
más importante que la vida misma. A medida que abraces tu sufrimiento,
abrazarás el dolor del mundo, y encontrarás en medio de la amargura la
paz interior e incluso la alegría espiritual, que tanto buscamos. Yo
mismo lo he experimentado en los pasados meses a causa de una parada
cardiaca, y en la que ha sido muy importante mi creencia, pero también
la relación entre el personal sanitario y servidor como paciente. A mi
juicio, ahí radica parte del éxito, en una auténtica alianza terapéutica
con el enfermo, que no sólo quiere ser tratado con benevolencia, sino
también escuchado. Pienso que es vital humanizar la medicina y que pueda
percibir el enfermo que está presente en el corazón del médico que lo
cura.
En presencia de sufrimientos atroces nos quedamos
sin palabras. El silencio, los gestos de ternura y de consuelo, una
mirada sonriente, puede hacer más que muchas medicinas. Es verdad que
cada vez son mayores los medios con los que se cuentan y más las
personas que consiguen vencer el cáncer. Alrededor del 30% de los
cánceres se pueden prevenir con un modo de vida sano o mediante
inmunización contra las infecciones que los causan (VHB, PVH). Otros
pueden ser detectados tempranamente, tratados y curados. Incluso cuando
el cáncer se encuentra en fase terminal, es posible aliviar el
sufrimiento del paciente con unos buenos cuidados paliativos.
Por eso, con motivo de este día internacional
contra el cáncer, deseo animar a los docentes para que reflexionen sobre
este tema con sus alumnos y, también a las familias, que hagan lo
propio con los suyos. Asimismo, deseo expresar mi estima y mi profundo
aprecio por el personal sanitario que lucha por aliviar el dolor físico.
Sin duda, hace falta más valor para sufrir que para morir. La unidad y
la unión de todos por ofrecer esperanza de vida frente al terrible
cáncer, merece el mayor reconocimiento. Nos consta que el número de
pacientes con cáncer está aumentando dramáticamente, mientras que los
recursos y equipos para diagnosticar y tratar la enfermedad son muy
limitados o inexistentes en muchos países. La receta del estadista y
científico estadounidense, Benjamín Franklin, nos viene a pedir de boca:
"No cambies la salud por la riqueza, ni la libertad por el poder". Si
practicamos esta espiritual fórmula; no habrá cáncer que se nos resista,
ni poder que nos esclavice.
victor suarez