Wednesday, December 8, 2010
Dios siempre sabe lo que hace
Cuan triste y doloroso resulta el escuchar a muchas personas decir, Dios, a veces no sabe lo que hace. Y, en ocasiones, hasta con dejos de pesar, osan juzgar y cuestionar la Voluntad Divina.
Evidentemente, eso lo que más denota es ignorancia; el pecado capital de humanidad, según lo manifestara hace ya algunos siglos, el Iluminado, el Buddha Gautama (Siddharta).
Hay que tener muy poca calidad pensante, para atreverse a cuestionar, o poner en tela de juicio, los designios divinos, como la ocurrencia de las acciones de cualquier género, que del Padre Supremo seguro provienen; ya que, ni siquiera la hoja de un árbol se mueve en este plano terrenal, sin que medie su Voluntad, inescrutable siempre para la mente humana.
Muchos incluso creen incluso, que las situaciones adversas por las que tienen que atravesar durante la corriente de vida en curso, son el producto de la mala suerte, o la casualidad. Y, en ese sentido, dirigen sus plegarias al Altísimo; le ruegan con fervor; y, cuando no reciben la respuesta anhelada, hasta comienzan a dudar de su existencia.
Una precisión amplia sobre ese particular, que merece ser incluida aquí, es la que hace la doctora Caroline Myss, en su obra “Anatomía del espíritu”, y es la siguiente: La vida es dolorosa a veces, y espiritualmente estamos hechos para hacer frente a los dolores que nos presenta la vida. En el mundo occidental, sin embargo, solemos desfigurar el plan de Dios y esperar que la vida sea cómoda y sin problemas. Medimos la presencia de Dios en nuestra vida por el grado de comodidad personal; creemos que Dios existe si se escuchan nuestras oraciones”.
Obviamente, ignoran que, como dice un refrán muy popular, “todo obra para bien”; que nada es casual, sino que todo es causal. Luego, el cómo, dónde y cuándo, habrán de ocurrir las cosas, sólo es del conocimiento y permisión del Supremo Creador de todo.
El hecho de orar, rogar o pedir, no necesariamente conlleva o implica una respuesta obligada. La contesta sólo se habrá de producir, cuando haya de contribuir con el proceso de evolución espiritual particularizado que se esté llevando a cabo.
Aunque de ordinario se piensa, que las dificultades y afecciones en la salud se presentan por mal, ocurre que, en el marco de nuestra verdadera esencia, reportan para bien. Y es que, nuestra percepción humana sobre lo sucedido, normalmente es errada.
Nos motiva el retomar este tema, el haber oído de labios de algunas personas la frase aludida en principio, refiriéndose a la notable recuperación que ha logrado en su salud, don Álvaro Arvelo (Dios, a veces no sabe lo que hace), que ha podido retornar a sus labores habituales.
El asunto viene al caso, en términos de comparación, respecto de las afecciones que ha sufrido otra notable figura nacional del arte y del micrófono, don Yaqui Núñez, que le han ocasionado hasta la pérdida de su voz, entre otras cosas.
Muy lamentable se torna pues esa opinión, como queriendo decirse, que debió haber sido lo contrario. Es razonable, que se pueda estar o no, de acuerdo con la forma de ser de don Álvaro. Pero, no se debe olvidar que es un ser humano, con sus virtudes y defectos como todos. Además que, nadie está exento de lo que él en la actualidad padece.
El hecho de que él se haya recuperado, al extremo de poder retornar, sin problema a su trabajo, mientras don Yaqui, aún permanece incapacitado, obedece sólo a una Voluntad, que nosotros los hombres estamos imposibilitados de escrutar. ¡La Voluntad de Dios! Él nunca se equivoca; y, es el Único que siempre sabe lo que hace.
Don Álvaro estará en sus asuntos periodísticos, y frente a los micrófonos, como don Yaqui, en su situación actual, hasta que la Divinidad Suprema así lo disponga. ¡Eso, gústenos o no!