En un país eminentemente agrícola como la
República Dominicana, se necesita de representantes lugareños a nivel
de las más altas instancias estatales, que velen y se preocupen por el
obligado desarrollo de esa zona, para satisfacción de las necesidades
productivas y alimentarias internas, como el mejoramiento de la vida de
sus campesinos.
La nación, no es sólo su capital y los municipios
más cercanos a ésta, a propósito llenos de basura por doquier con
frecuencia, para sólo pensar en ellos, en términos de la construcción de
“megas obras”, y del embellecimiento de determinadas calles y avenidas,
nada más que para impresionar a los visitantes extranjeros. ¡Lavar la
cara no asea, ni desarrolla el resto del cuerpo!
Es por ello que, ante el desprecio evidente al
campesinado nacional, de cuyos miembros, muchos desesperados y agobiados
por las penurias apremiantes, han tenido que salir para la ciudades en
busca de mejor vida, preferiblemente, la capital dominicana, prestos a
laborar en lo que sea, dejando desolados y tristes su predios agrícolas,
los votos de esos conciudadanos, a quienes sólo se les visita en
tiempos electorales, hay que tratar de asegurarlos.
En el presente escenario político, en que uno de
los contendores participantes es lugareño, y por demás connotado
agrónomo de profesión, por lo que debe tener el carril interno de la
pista, respecto de toda esa área, como se diría en el argot de la
hípica, los demás candidatos tienen que actuar con la cautela y
reflexión necesarias.
Estos no son momentos para exhibicionismos de
glamour social, costeado por el pueblo; sí para transitar con vestuarios
deportivos por las polvorientas callejuelas de nuestros campos, y
contemplar en vivo aquella desolada panorámica, al tiempo de conocer
sobre los requerimientos más perentorios de sus habitantes. Y para
ello, se demanda de gente acta, con disposición y verdadera vocación de
servicio, que nos les importe enlodarse; no de enganchados políticos
circunstanciales.
Otro aspecto muy importante a considerar en las
actuales circunstancias coyunturales, es el poder contar con un posible
espaldarazo de todas las organizaciones religiosas aquí presentes,
principalmente de la Iglesia Católica, en la que algunos de sus más
connotados representantes han osado hacer severas críticas, desde los
púlpitos, a los desaprensivos actos de corrupción estatal, en las
personas de algunos envalentonados funcionarios de la presente gestión
de Gobierno.
Las opiniones sacerdotales tienen bastante peso
ante las feligresías, cuando se externan con responsabilidad, y sin
animosidad destructiva, lo cual invita a pensar que, no se puede perder
nunca de vista la ligazón siempre de la entidad que representan, con
cualquier Estado y sus instancias.
La misma es influyente en grado sumo; y por tanto,
los políticos deben procurar el acercamiento con sus adeptos públicos
más cercanos, como forma de inducción hacia los ciudadanos del país
creyentes en la doctrina, que representan muchos votos a contar.