MAS HISTORIAS

Saturday, May 28, 2011

El cociente intelectual visto en el contexto socio-cultural


 

 






   Hace poco un joven amigo (Economista y Politólogo) me refirió un libro: “Outliers” (en español se leería: Fueras de serie) su título y Malcolm Gladwell, su autor. En la solapa del libro se lee: “… escritor, periodista, crítico y agitador cultural”. Casi nada, pero suficiente para descubrir -rápidamente- que lejos de su modesto background, se esconde un agudo y minucioso sociólogo que prácticamente rompe con el esquema tradicional de examinar y enfocar el fenómeno (o misterio) socio-comercial que subyace en los “fueras de serie”.
Desde esa perspectiva sociológica, Gladwell  narra -y examina- una serie de historias sobre personajes famosos y de eventos socio-culturales asombrosos que no podrían explicarse científicamente, o correctamente, examinándolos como simples episodios de proezas individuales, sino, desde el contexto del drama socio-histórico-cultural del que surgieron. De modo que, aunque el gran público solo ve el resultado -al famoso hecho ya un producto comercial-, el autor quiere que el gran público se entere también de otros factores socio-culturales que coadyuvan -casi siempre- al éxito: la familia, los patrones culturales, los traspiés y reveses, las adversidades, la disciplina y la herencia genética.
Visto así, el asunto (o el fenómeno sociológico) no es tan sencillo como se nos presenta en los medios de masas (televisión, radio, cine, revistas, periódicos e Internet), pues, es algo más complejo, más difícil que no pocas veces desemboca en frustraciones, tragedias y vidas truncadas. Porque por ejemplo: ¿cuántas veces no vimos a un joven talento no alcanzar su sueño de llegar a ser famoso en tal o cual área de la ciencia, el deporte, el arte o los negocios? Sin duda, en cada barrio o familia, hay una historia de éxito o de fracaso.
Tal drama universal es el que Malcolm expone en su libro con brillantez y enfoque sin igual. Abrevamos en sus páginas para comprender el fenómeno sociológico y, de paso, ayudar con acierto y sin demora, a los infinitos talentos que moran o deambulan en nuestras familias, hogares, escuelas, barrios y ciudades muchas veces sin recibir ningún aliento, estímulo, o tan siquiera, una gratuita sonrisa pública o privada.
Para ilustrar a los lectores, hemos escogido -del texto de Gladwell- tres historias: la de una colonia de italianos en Pensilvania, la de Bill Gates y la de Los Beatles  que dejarán bien claro que las  “…explicaciones personales del éxito no funcionan. La gente no se eleva de la nada. Sí debemos algo a la familia y al patrocinio. Tal vez parezca que una persona que está de pie ante un rey lo hizo todo por si misma. Pero, de hecho, es invariablemente un beneficiario de ventajas ocultas, ocasiones extraordinarias y herencias culturales que le permiten, trabajando duro, aprender y comprender algo del mundo que está fuera del alcance de los demás”.
La primera historia-ilustración nos remonta al 1882, año en que “… un grupo de once rosetinos [procedente de la provincia Foggia, Italia] –diez hombres y un muchacho- se embarcaron para Nueva York. En su primera noche en América durmieron sobre el suelo de una taberna…., De allí se aventuraron al oeste, y acabaron por encontrar trabajo en una cantera de pizarra 144 kilómetro al oeste de la ciudad, cerca de la localidad de Bangor (Pensilvania). Al año siguiente, fueron quince los rosetinos que viajaron de Italia a América, y varios miembros de aquel grupo terminaron también en Bangor para unirse a sus compatriotas en la cantera de pizarra. Aquellos inmigrantes, a su vez, propagaron por Roseto la promesa del Nuevo Mundo; y pronto otro grupo hizo las maletas y se dirigió a Pensilvania, hasta que la corriente inicial de inmigrantes se convirtió en inundación”.
Para abreviar esta interesante historia sobre los rosetino en Pensilvania, hay que resumir diciendo que para 1896 estos inmigrantes italianos eran una colonia, que “levantaron casas de dos pisos estrechamente arracimadas, hechas de piedra y tejas rojizas, a lo largo de callejas que recorrían la ladera. Construyeron una iglesia y la llamaron Nuestra Señora del Monte Carmelo; y a la calle principal sobre la que se alzaba, avenida de Garibaldi, en honor al gran héroe de la Unificación italiana”.
Ese mismo año (1896), “un cura joven y dinámico, el padre Pasquale Nisco, se hizo cargo de la parroquia de Nuestra Señora del Monte Carmelo…, fundó sociedades espirituales y organizó fiestas. Animó a sus conciudadanos a rotular la tierra y plantar cebollas, legumbres, patatas, melones y árboles frutales en los amplios patios traseros de sus casas. Les facilitó semillas y bulbos. El pueblo cobró vida. Los rosetinos comenzaron a criar cerdos en patios traseros y a cultivar uvas con que hacer su vino cosechero. Construyeron escuela, un parque, un convento, y un cementerio. Abrieron tiendas, panaderías, restaurantes y bares…”.  En fin, que “El Roseto de Pensilvania era un mundo propio autosuficiente en su pequeñez, casi desconocido para la sociedad que lo rodeaba; y bien podría haber permanecido así, de no haber sido por un hombre llamado Stewart Wolf”.
“Stewart Wolf era médico” y a finales de los cincuenta, fue invitado a “pronunciar una conferencia en la sociedad médica del pueblo”. “Después de la conferencia [narra Wolf], uno de los médicos locales me invitó a tomar una cerveza. Mientras bebíamos me contó que en sus diecisiete años de ejercicio rara vez había tenido algún paciente de Roseto menor de sesenta y cinco años con problemas cardíacos”.
Ese dato, cuando en los cincuenta “los infartos eran una epidemia en los Estados Unidos”, motivó al doctor Stewart a realizar una exhaustiva investigación cuyos “resultados fueron asombrosos”, pues, en “Roseto prácticamente nadie menor de cincuenta y cinco anos había muerto de infarto ni mostraba síntoma alguno de afecciones cardíacas. Para varones de  de sesenta y cinco, la tasa de mortalidad por enfermedades cardiovasculares era aproximadamente la mitad de la media estadounidense. De hecho, la tasa de mortalidad absoluta en Roseto era entre un 30 y un 35 por ciento más baja de lo esperado”, pero algo más, en Roseto, “no había suicidio, alcoholismo ni drogadicción, y apenas delincuencia. Nadie percibía subsidios. Entonces buscamos úlceras pépticas. Tampoco tenían. Aquella gente sólo se moría de vieja”.
¿Cuál era entonces el misterio de la salud y la longevidad de los rosetinos? Para empezar no era su “práctica dietética”, pues los rosetinos “cocinaban con manteca de cerdo en lugar de aceite de oliva, mucho más sano, que usaban en Italia. La pizza en Italia era una corteza delgada con sal, aceite y quizás tomates, anchoas o cebollas. La pizza en Pensilvania era una masa de pan con salchicha, pepperoni, salami, jamón y, a veces, huevos”. Pero a qué conclusión llegó el doctor Stewart sobre el “secreto” de Roseto: comprendió que “no era la dieta, ni el ejercicio, ni los genes, ni la situación geográfica. Que tenía que ser Roseto mismo”; y al respecto observó que “los rosetinos se visitaban unos a otros, se paraban a charlar en italiano por la calle o cocinaban para sus vecinos en los patios traseros”. Y finalmente, que “Al trasplantar la cultura campesina de Italia meridional a las colinas de Pensilvania oriental, los rosetinos habían creado una poderosa estructura social de protección capaz de aislarlos de las presiones del mundo moderno. Estaban sanos por ser de donde eran, por el mundo que habían creado para sí en su pequeña comunidad de las colonas”. ¡Ese era el secreto!
De Bill Gates, el mundo entero conoce de su ingenio y fortuna, pero poco saben cómo cultivó su talento y labró su fama. Cierto que “El padre de Gates era un rico abogado de Seattle; y su madre, hija de un banquero acomodado”. Pero “De niño, Bill se reveló como un talento precoz, fácilmente aburrido por los estudios; así que sus padres lo sacaron de la escuela pública y, cuando iba a empezar el séptimo curso, lo enviaron a Lakeside, una escuela privada a la que las familias de élite de Seattle enviaban a sus hijos”.
¿Qué de atractivo tenía la escuela Lakeside? Tenía -“en los años sesenta”- “clubes informáticos”. Pero más asombrosa aún fue la clase de ordenador que adquirió Lakeside. Esta escuela no hizo aprender programación a sus estudiantes mediante el laboratorio de sistema de tarjetas perforadas, como hacían prácticamente todos los demás en los sesenta”. Ya para 1968, “Bill Gates pudo programar en tiempo real mientras cursaba octavo de la educación básica”.
“A partir de aquel año, Gates vivió en la sala del ordenador. El y otros empezaron a enseñarse a sí mismo como usar aquel extraño dispositivo nuevo”. Ahora veamos cuales fueron las oportunidades que el talento de Bill aprovechó:
“La oportunidad número uno consistía en que Gates fue enviado a Lakeside. ¿Cuántos institutos en el mundo tenían acceso a una terminal a tiempo compartido en 1968? La oportunidad número dos consistía en que las madres de Lakeside tenían bastante dinero para pagar las tarifas del ordenador escolar. Número tres: cuando aquel dinero se agotó, resultó que una de las madres trabajaba en C al Cubo, que a su vez necesitaba a alguien que comprobase sus códigos de software durante los fines de semana, sin importarle que de los fines de semana se pasara a las noches entre semana. Número cuatro: Gates descubrió ISI poco antes de que esta empresa necesitara a alguien que informatizase sus nóminas. Número cinco: Gates vivía a escasa distancia de la Universidad de Washington. Seis: la universidad tenía un ordenador libre tres horas al día. Siete: TRW llamó a Bud Pembroke. Ocho: los mejores programadores que Pembroke conocía para una tarea dada resultaron ser dos chavales de instituto. Nueve: Lakeside estaba dispuesta a permitir que estos chavales pasaran la primavera escribiendo códigos en otro lugar”.
¿Cuál fue la clave del éxito en Bill Gates? Además de su talento y genio precoz, sin duda alguna, que supo aprovechar las oportunidades al máximo; pero también, que se disciplinó y se entregó a su pasión: ¡el fascinante mundo del Software!, pues, ¿cuántos como él tuvieron las mismas oportunidades y no las aprovecharon?
¿Quien no ha oído hablar de Los Beatles? Honestamente, creo, que por más ignorante que sea una persona respecto a la historia del rock and roll -y me incluyo- si nació en la década de los cincuenta, sesenta y setenta, tiene aunque sea una somera idea del fenómeno musical que fueron Los Beatles, sin importar continente, idioma ni cultura. No obstante, lo que el gran público sabe sobre Los Beatles le viene de su apoteótica irrupción en los Estados Unidos a mediado de los sesenta; pero ¿qué sabe el gran público de sus inicios? Gladwell nos revela en su libro algo increíble. Leyamos:
“Lo primero que nos interesa de Los Beatles para nuestro propósitos es cuánto llevaban juntos cuando llegaron a Estados Unidos. Lennon y McCartney empezaron a tocar juntos en 1957, siete años antes de desembarcar a tocar juntos (a propósito: el tiempo que transcurrió entre la fundación de la banda y los que posiblemente sean sus mayores logros artísticos,…);…, “y si uno mira con más detenimiento aquellos largos anos formativos, encontrara una experiencia…”, “En 1960, cuando no eran más que un conjunto rock de instituto que luchaba por abrirse camino, les invitaron a tocar en Hamburgo (Alemania)”.
“-En el Hamburgo de entonces no había clubes de música dedicados al rock and roll, pero sí barras americanas –explica Philip Norman, biógrafo de Los Beatles-”, “cuando llegaron allí, eran unos inútiles sobre el escenario; pero volvieron siendo muy buenos –sigue Norman-. No solo ganaron en resistencia. Tuvieron que aprender una enorme cantidad de temas y hacer de todo lo imaginable, no sólo de rock and roll, también algo de jazz. Antes de ir a Alemania, carecían de toda disciplina escénica”. En definitiva, “Los Beatles viajaron a Hamburgo cinco veces entre 1960 y finales de 1962. En su primer viaje, tocaron 106 noches, a razón de cinco horas o más por noche. En su segundo viaje, actuaron 92 veces; y en el tercero, 48, con un total de 172 horas sobre escenario. Sus dos últimos pasos por Hamburgo, en noviembre y diciembre de 1962, supusieron otras 90 horas de actuación”. Pero oigamos al propio John Lennon hablar sobre la experiencia de Hamburgo: “Íbamos mejorando en confianza. Era inevitable, con toda la experiencia que daba tocar toda la noche. Y al ser extranjero, teníamos que trabajar aún más duro, poner todo el corazón y el alma para que nos escucharan”.
Después de esta confesión del líder de Los Beatles hay que concluir con el autor en el sentido de que lo “que realmente distingue… [A los Fueras de serie] no es su maravilloso talento, sino las extraordinarias oportunidades que disfrutaron [en el caso concreto de Los Beatles y Bill Gates]. A los Beatles los invitaron, por el más arbitrario de los motivos, a Hamburgo. Sin Hamburgo, Los Beatles bien podrían haber seguido camino muy diferente”. Mientras que Bill Gates, dijo: “Tuve mucha suerte”.
Y nosotros, agregamos: ¡mucho talento y disciplina!


victor suarez
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