Los resultados de la encuesta Gallup de preferencias políticas nominadas hecha pública el 8 de los corrientes por el matutino Hoy, dando por descontada su posibilidad de certidumbre y si se auscultan con serenidad a la luz de indicadores puntuales de proyección, prefiguran un verdadero “choque de trenes” en la convención del PRD para la selección de su candidato presidencial. En efecto, los datos que arroja el mencionado estudio no sólo acaban de confirmar la inferencia (planteada en su momento por analistas y observadores del patio) de que los perredeístas terminarían polarizados en materia de simpatías internas sino que también demuestran que en el PRD constituye un grave error actuar bajo la presunción de que los apoyos se pueden generar o mantener por simple “gravedad política” tras un período de apogeo (aunque algunos, a ojos vista, todavía persistan en ese “táctica” contemplativa por virtud de su bajísimo costo financiero). La encuesta revela que el ingeniero Miguel Vargas, al alcanzar en esta ocasión un nivel de preferencia de 44.2 por ciento entre los consultados, remonta desde la última medición de la Gallup-Hoy (publicación en junio 2010: 31 por ciento), aunque sin retornar a la formidable situación de fortaleza que había exhibido a fines del año pasado (toma de muestra en noviembre de 2009: 62.1 por ciento) en una investigación similar de la misma empresa. Es una precandidatura que presenta, pues, una rarísima (pero explicable) trayectoria de ascenso, descenso y recuperación (17.9 puntos porcentuales menos que en noviembre de 2009 y 13.2 puntos porcentuales más que en junio de 2010) que debería llamar la atención especialmente de sus estrategas. En el caso del ex presidente Hipólito Mejía, el 30.2 por ciento que la Gallup-Hoy le atribuye en este mes implica una ligerísima baja con respecto a su última medición (junio 2010: 31 por ciento), pero quedando muy por encima del nivel de preferencias que tenía hace un año (noviembre de 2009: 7.5 por ciento) conforme a las informaciones derivadas de un muestreo análogo. Subsecuentemente, se trata de una precandidatura que describe un curso de crecimiento sostenido con repentina intervención de parálisis que pudiera ser momentánea o de tope (22.7 puntos porcentuales más que en noviembre de 2009 y 0.08 puntos porcentuales menos que en junio de 2010) en la medida en que sus estrategas pauten o no políticas al tenor en la dirección adecuada. El licenciado Luis Abinader, favorecido en la nueva indagatoria con el 7 por ciento de las inclinaciones, conservaba una situación similar a la que tenía en la anterior encuesta Gallup-Hoy (junio 2010: 7 por ciento), pero no menguaba sus simpatías en comparación con los niveles que alcanzaba un año atrás (noviembre de 2009: 3.8 por ciento) en medición parecida. Encarnaba, pues, una precandidatura que, no obstante su frescura y su escasa tasa de rechazo, ya exhibía un sesgo de crecimiento transfigurado en estacionario por la creciente polarización (3.2 puntos porcentuales más que en noviembre de 2009, pero igual porcentaje que el que tenía en junio de 2010), lo que lógicamente le imponía, para ahora o para después, practicar una perspicaz táctica de alianza que tuviera su foco dirigido hacia el porvenir inmediato. El doctor Guido Gómez Mazara, con una puntuación de 1.83 por ciento, eleva levemente sus simpatías desde la última encuesta Gallup-Hoy (junio de 2010: 1 por ciento), siendo éste el único monitoreo posible de su evolución al respecto porque no hay datos disponibles sobre él en la medición de noviembre de 2009 que efectuó la compañía de referencia. En el caso de esta precandidatura, desde luego, sería interesante determinar (porque mostraría -a todos- debilidades o “pifias” susceptibles de ser corregidas) a costa de cuáles de los restantes líderes internos se produjo su crecimiento o, si es el caso, en cuáles sectores externos se alimentó ese porcentaje de apoyo adicional que logró en los últimos meses. Por otra parte, es necesario recordar que las entrevistas que sirvieron de base para la realización del muestreo de la Gallup-Hoy tuvieron efecto entre el 25 y el 30 de noviembre del año en curso, y que durante ese espacio de tiempo (o en sus cercanías) se registraron ciertos fenómenos y acontecimientos que bien pudieron pautar determinadas preferencias o influir (transitoria o definitivamente) en las opiniones emitidas por algunos de los ciudadanos encuestados. Algunos de esos acaecimientos fueron los que siguen: la vigorosa campaña de proselitismo personal (y, luego, de prensa) ejecutada por Vargas (insistente y concéntrica por lo menos desde la primera semana de noviembre); el apoyo a éste último de varios precandidatos (Eligio Jáquez el 14 de noviembre, Aníbal García el 20 de noviembre, Jesús Colón el 22 de noviembre, y Máximo Castillo el 27 de noviembre); el internamiento clínico y la intervención quirúrgica de Mejía (desde el 22 de noviembre hasta el 27 de noviembre); y las discrepancias intrínsecas a propósito de la conformación de la comisión organizadora de la convención (en las que el ex mandatario llevó la peor parte, pues sus adversarios lograron vender fugazmente la idea de que él torpedeaba la participación de los jóvenes y las mujeres en la misma). De manera, pues, que la enseñanza fundamental que se desprende del examen a vuela pluma de los resultados de la investigación que comentamos, centrando el enfoque en la realidad bipolar ya instalada en el PRD, es la de que los últimos “movimientos de tablero” de Vargas (que habían sido bastante erráticos e infecundos por lo menos hasta el mes de septiembre) le han reportado pingues beneficios políticos, y que Mejía (cuyo inteligente y bien dirigido accionar cotidiano lo había catapultado hasta protagonizar un espectacular reciclaje de su liderazgo interno sólo comparable con los de Balaguer y Peña Gómez en el decenio de los años ochenta) ha sido víctima en los últimos tiempos no sólo del productivo viraje táctico de su contrincante (que parece haber abandonado la concepción del respaldo “por gravedad”) y de las ocurrencias incidentales (ya citadas de manera no restrictiva) que se produjeron justamente antes de o durante los días en que se tomaba la muestra del trabajo de la Gallup-Hoy Por supuesto, esbozada la situación en los términos reseñados, el planteamiento de que (siempre conforme a los datos de la encuesta Gallup-Hoy) en el PRD se acerca una rotunda confrontación bipolar parte y se alimenta de dos hechos tan simples (pero esenciales) que en muchos sentidos deviene una mera perogrullada: primero, que el sector que liderea el licenciado Abinader acaba de oficializar una alianza inmediata con el de Mejía; y segundo, que el doctor Gómez Mazara ha anunciado que en enero también sumará sus fuerzas a las del ex gobernante perredeista… Hasta prueba en contrario, tales acuerdos determinarían agregar a Mejía un apoyo del orden de los 8.83 puntos porcentuales, lo que lo llevaría a elevar sus niveles de preferencia al 39.03 por ciento. (Conviene aclarar, de todos modos, que aunque en la actividad política -como es harto sabido- las alianzas no siempre son sumas aritméticas -porque en determinadas circunstancias históricas pueden expresarse como restas, como multiplicaciones y hasta como divisiones-, en principio se impone suponer que, como indica la experiencia dentro del PRD en casos como éste, los pactos rubricados por Vargas y Mejía no sólo separan y reagrupan definitivamente a los perredeistas en dos grandes bloques sino que han debido y deberán significar un incremento mínimo -sin contar con los efectos emocionales y psicológicos que conllevan- de la puntuación de cada precandidato en el momento de su anuncio). En consecuencia, de consumarse una recomposición de las simpatías internas del PRD a tono con las señaladas expectativas (que pudieran, valga la insistencia, quedar cortas a favor o en contra, pues aún existen muchos “factores en perspectiva” tanto interiores como exteriores respecto a ese partido, comenzando desde ahora por el manejo cicatero o generoso que hagan los precandidatos del “tiempo muerto” de la Navidad y el Año Nuevo), las fuerzas quedarían polarizadas de tal forma que Vargas tendría un 44.2 por ciento y Mejía un 39.03 por ciento, lo que produciría una diferencia entre ellos de un 5.17 por ciento, cifra que se encuentra razonablemente ubicada en las fronteras de los márgenes normales de error de cualquier estudio serio de preferencias políticas o electorales. El “choque de trenes” parece, pues, inevitable en la próxima convención del PRD, y la magnitud del estruendo, la violencia del impacto y el alcance de los daños o beneficios que semejante colisión pudiese provocar en la organización dependerán mucho de la conducta (racional o demencial, unitaria o atomizadora, constructiva o destructiva) que asuman sus dirigentes y militantes en las controversias internas que irremediablemente se avecinan… Ojalá y los perredeistas no olviden esta verdad elemental. |